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LA REVOLUCIÓN EMPIEZA POR EL AYER

Inventar sin el Balón

 

LA REVOLUCIÓN EMPIEZA POR EL AYER

CON EL FEVERNOVA VINO LA DEBACLE. LA REVOLUCIÓN, LA LLAMARON ALGUNOS; EL NUEVO SIGLO, SE AVENTURARON OTROS; LOS MÁS OSADOS DIJERON QUE ERA NECESARIO AFRONTAR EL MILENIO ENTRANTE CON UN CAMBIO RADICAL.


Desde el despunte de la década de los setenta, con los sombreros mexicanos, el origen del tiki-taka con ese 10 que ganaría su tercera copa del mundo y Beckenbauer jugando con el hombro en ruinas, desde entonces estábamos acostumbrados a los hexágonos y los pentágonos de los balones de fútbol. La tradición y la devoción a las figuras geométricas simétricamente coloreadas para ofrecernos ese balón tan elegante como sobrio, ese balón que ya no se encuentra en las tiendas, pero aún tiene cabida en la marabunda de emoticones con los que vivimos a diario. 
Pero no, para qué la sencillez y la sutileza si el mercado pedía a gritos botines de colores, celebraciones teatrales y un balón diferentes. Una nueva fiebre, un Fevernova. Cuatro años después, con el mundial de vuelta a uno de los países que mejor conoce la competición, se gestó el gran cambio. Ya no solo fue el sombreado de los hexágonos y los pentágonos, ahora sí estábamos ante el final de los buenos tiempos. Salieron a relucir los expertos, la ciencia y la magia del siglo XXI. El Timegeist jubilaba para siempre la esfericidad de los parches de cinco y seis lados perfectamente organizados. La perfección tenía otra forma. 
No vale la pena ahondar en las características del balón playero con el que se jugó el primer mundial disputado en África, ni en las de aquel con que se disputó el mundial de Brasil 2014 que más parecía una borla para decorar el apartamento de un amigo el día de su desenfrenada despedida de soltero que el tótem sin mácula, carente de manchas y vicios, como dijera el ejemplar hijo de Villaflorito. 

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Pero llegó el mundial de Vladimir y con él el regreso de los clásicos. Bueno, los clásicos adaptados a los tiempos modernos, en un remix muy a lo Carlos Vives. La avasallante Unión Soviética bajo la moderna bandera tricolor. Las lujosas paradas de metro brillantes y lustrosas, el cirílico en boca de medio mundo, proyectos para clonar a Laika, un dictador en el Kremlin, la defensa de los derechos humanos como leitmotiv y el regreso del Telstar. 
Está de vuelta con nosotros. Por lo menos el nombre y los colores. Blanco y negro en tiempos de 4K, ultra HD y más colores que en una alucinación con LSD. El balón del mundial que la URSS hubiera querido hacer en pleno fervor de la Guerra Fría. Un guiño a su época de apogeo, a los años del apoyo a las revoluciones comunistas, la factibilidad de su modelo, la consumación del sueño soviético por todo el mundo. 
Putin ya práctica con filtro sepia para las estampas icónicas que dejé el mundial. Así podrá creer que el mundial fue en el 70 y Lev Yashin logró impedir el triplete de Pelé.

 
 

Juan Pablo Pablo.