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LOS QUE NUNCA VAN A ESTAR

EL HOMBRE QUE HIZO JUGAR A ESPAÑA

 

LOS QUE NUNCA VAN A ESTAR

NO ES QUE NO PASE NADA SI NO SE VA. SÍ PASA Y ES, PRECISAMENTE, POR TAUTOLÓGICO QUE SEA, QUE NO SE VA A ESTAR EN ESE INSTANTE Y LUGAR. LOS MILES DE HINCHAS DE RIVER PLATE QUE, TANTO COMO LOS DE BOCA JUNIORS, DIRÁN POR ESTOS DÍAS QUE EN LUGAR DE MILES SON MILLONES, SE DISPUTAN UNA A UNA LAS ENTRADAS PARA LA FINAL DEL PRÓXIMO SÁBADO.


Por supuesto que tienen prioridad los socios y los abonados. Sin embargo, aquellos que no lo son reman a contracorriente y se empeñan en desafiar la física elemental que dicta que solo habrá disponibles poco más de 65 mil localidades. Nadie se quiere quedar por fuera, es lógico. Todos quieren hacer parte del suceso histórico, ocurra lo que ocurra. Son los candidatos a reeditar las cifras ingentes de testimonios que aseguran haber estado en el Maracaná el día que Schiaffino, Ghiggia y compañía tenía otros planes para la noche. Si toda la gente que dice haber vivido in situ la tragedia deportiva del 50 lo hubiese estado realmente, el recinto deportivo carioca tendría capacidad para medio Brasil. 

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Pero aunque no se logre una de las codiciadas boletas, el 2018 nos ofrece más posibilidades que las de quedarnos nerviosos tras un viejo transistor en la mesa de la cocina o leer las escuetas y frías cifras del diario deportivo del día siguiente. Ya hay vida más allá del televisor, y millones de personas podrán ver el partido por internet. No hay en ello ningún inconveniente siempre y cuando se tomen las precauciones pertinentes: bloquear las notificaciones de la aplicación deportiva de turno, que siempre llegan un poco antes, y silenciar todos los grupos de Whatsapp, donde siempre hay alguien con el dedo caliente dispuesto informar antes que nadie lo que todo el mundo está viendo. 

El verdadero problema es para los que nunca van estar. Para aquellos que no tendrán la posibilidad de ver jamás nada sobre este partido único. Dentro de todas las bajas, hay tres pesos pesados, para utilizar una jerga pugilística que no tiene nada que ver. Ellos son Jorge Luis Borges, Roberto Fontanarrosa y la revista impresa de El Gráfico. 

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Qué maravilla habría sido escuchar a Borges en los días previos a las finales de la Copa Libertadores. Su desprecio por el fútbol era tal que, de acuerdo con el infinito e incontrastable anecdotario popular, desconocía por completo quien era ese tal Maradona que lideraba la selección argentina. Su anglofilia no era óbice para echarle en cara a los ingleses haber creado y divulgado una gama infinita de deportes estrictamente físicos y vulgares, con el fútbol a la cabeza por supuesto. Ya se lo imagina uno diciendo, como hiciera en referencia a García Lorca, que el partido del sábado será un “encuentro menor”. 

También faltará Fontanarrosa, el mejor cuentista de fútbol de todos los tiempos. Porque si un argentino es muy bueno en algo, no cabe duda que es el mejor de siempre. Sus deliciosos relatos sobre el fútbol y todo lo que gira alrededor de este deporte son fruto de una pasión cultivada en el barrio y el bar. Cómo nos hubiese alegrado estos días previos a la final los comentarios agudos y las viñetas desternillantes de quien narrara con maestría la vida y muerte del viejo Casale aquel 21 de diciembre de 1971. 

Y por supuesto también faltará a la cita la revista impresa de El Gráfico. No es este ni el primer ni el último réquiem por la revista futbolera por excelencia. El final de sus ediciones impresas, que se consumó en enero de este año, nos privará de la portada histórica tras el triunfo de River o de Boca. No podremos salir corriendo al quiosco para comprar y tener en las manos la historia misma de lo que acababa de suceder, el testimonio aún caliente de lo que todos sentimos y vivimos, pero solo El Gráfico podía contar en papel. Su página web ofrece la posibilidad de consultar el  ingente archivo digital que tienen y encontrar “esa tapa inolvidable”. Lástima que ni Marty Mcfly pueda ir al próximo lunes 26 de noviembre para ver la tapa de una revista que no será.  

 
 

Juan Pablo Pablo.