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PICO Y PALA

 

PICO Y PALA

MEDIDAS DE CONFINAMIENTO, MEDIDAS DE DESESCALADA Y MEDIDAS PARA LO QUE HAGA FALTA. Y MEDIAS DE AGUARDIENTE PARA CELEBRAR LOS TÍTULOS QUE LLEGARÁN POR LA VÍA DE LOS DESPACHOS, DE LOS ESCRITORIOS, COMO SE SUELE DECIR EN EL INFINITO Y DESACERTADO ARGOT FUTBOLÍSTICO.


Se celebrarán títulos que se conceden porque las ligas quedan canceladas, se celebrarán permanencias en categorías, cuando el descenso era inminente —ya se empieza a especular con que Maradona está detrás de la expansión suramericana del virus, solo con el objetivo de salvar, como fuera, a Gimnasia y Esgrima de la Plata de su inevitable paso a las segunda división del fútbol argentino— y también se celebrarán, cómo no, reuniones indecentes saltándose a la torera, las medidas que recomiendan cierta distancia de seguridad sanitaria. Para la muestra la ya mítica escapada por el río de un concejal de Aracataca, Magdalena, que estaba, no con poco compañía, presenciando una pelea de gallos al aire libre, en plena cuarentena.

Pero de las medias de aguardiente para celebrar no hay que preocuparse porque más de un futbolista de renombre, no necesariamente retirado, se podría poner al frente de la distribución de la materia prima para las parrandas. Motivos para celebrar se inventan más fácil que mentiras le surgen a cualquier gobierno en crisis. Ahora lo importante, creemos, son las medidas de desescalada —y perdón por el palabro, como dicen en España— para controlar que la turba enardecida no se vuelque a las calles como si se anunciara ley seca al siguiente día. Tranquilidad y responsabilidad cívica es lo que se pide a los cuatro vientos. Ya sabemos el ser humano no funciona que solo con consejos y recomendaciones. Hay que recurrir a la ley. A la amenaza. De nada sirve advertir que el rival es peligroso; hay que mostrar la recopilación de goles de la dupla delantera que se vaya a enfrentar y obligar al equipo a cumplir el planteamiento táctico defensivo.

 
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Surgen entonces las restricciones de movilidad y la pionera idea bogotana de restringir las salidas a la calle según el género. El famoso «Pico y Género». Las mujeres pueden salir los días pares y los hombres los días impares. Ya sabemos que esto ha levantado serias críticas por parte de los transexuales, los pansexuales y quienes se consideran de género fluido. La diferenciación no puede ser binaria en un mundo que se empeña por dejar atrás el maniqueísmo con el que se ha desarrollado en los últimos siglos: blanco o negro, izquierdas y derechas, gordo o flaco. Nada de eso. Policroísmo, pluralidad y multiplicidad. Y, sobre todo, algo que no se pueda poner en tela de juicio. Una pertenencia identitaria inmutable. Algo de lo que se sea, a lo que se pertenezca y no se pueda ser de otra manera.  Solo hay una manera de definirlo y, si se necesitara un ejemplo cinematográfico, ahí está Guillermo Francella en el papel de Pablo Sandoval, en El secreto de sus ojos, la película de Campanella, basada en el libro de Sacheri. Sandoval, el inseparable amigo de Benjamín Espósito (Ricardo Darín), hace una defensa airada de aquello que nos define, cuando habla del motor que mueve al fugitivo que persiguen los dos: «El tipo puede cambiar de todo. De cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de dios. Pero hay una cosa que no puede cambiar, Benjamín. No puede cambiar de pasión». Y por pasión Sandoval se refería al fanatismo del personaje en cuestión por Racing de Avellaneda. A eso hay que apelar, a eso hay que restringir las salidas de la desescalada, al gusto, a la filiación, a la afición futbolística de las personas. Podríamos llamarlo, guiño guiño, «Pico y pala».

 
 

Juan Pablo Pablo.