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SOLITARIOS INÚTILES

 

SOLITARIOS INÚTILES

ES EN JODA, DIRÍAN LOS ARGENTINOS. PARA LOS ESPAÑOLES SE TRATARÍA DE UNA PACHANGA. EN COLOMBIANO SERÍA UN "PICADITO" AMISTOSO. EN NINGÚN CASO, Y MUCHO MENOS EN EL DE LOS PAÍSES LATINOAMERICANOS, ESTARÍAMOS HABLANDO DE UN RATO DISTENSIÓN O UN PASATIEMPO INGENUO Y DESINTERESADO.


Miente quien diga que no juega para ganar y miente aun más aquel que insista en que si se juega bien y se pasa un buen rato entre amigos (qué ganas de soltarle un sopapo como la chica que le tiró el pingüino y el sifón a unos de los Auténticos) es suficiente. Esa es la idea, insiste el muy intenso.

Ignorante pedagogo de la inutilidad, es el primero en empezar con los firuletes y adornos innecesarios. Creyendo poseer unas facultades que ni por asomo ha tenido en ninguno momento de su vida, incluso cuando era un joven mediocre delantero, inexplicablemente titular, del equipo del colegio, se las empieza a dar de maromero, ensayando piruetas pseduodeportivas, en un incompresible afán por vincular el juego y la diversión en conjunto con su espectáculo circense. Trata de tirar túneles, caños superfluos, dar paredes sin mirar a lo Michael Jordan o Ronaldinho, gambetear sin considerar un segundo la pared o el pase en profundidad al compañero que no deja de pegar inútiles diagonales en el campo sintético de fútbol cinco.

Nuestro canchero, el señorito del balón, para quien el esfuerzo y el sacrificio son un pecado mortal, continua empeñándose en poder hacer una ruleta a lo Zidane o tirar un taco sin sentido en la raya del fondo, creyéndose Redondo, mientras los demás compañeros del equipo están exhaustos de correr, de tratar de dar tres pases seguidos y de rotarse la portería. A él lo mueve lo personal, el brillo individual que está seguro poder alcanzar con un gol de fantasía, a ser posible sin considerar la posibilidad de haber construido una jugada con quienes comparte camiseta. Él va por libre, su alegría, solo la suya, la que se construye con artificios, recortes y enganches, es su fin, su objetivo; que otros cuenten los goles y miren a ver si, para ser campeón, hoy hay que ganar.

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A este bufón (con una sola "F") del fútbol no queda más que invitarlo a que se una a la escuela de Ordine o de Zhuang Zi. Ya me lo imagino allí, rodeado de compinches y colegas del mismo orden. Se reunirán diez disolutas almas, con igual número de balones, para que cada cual pueda lucirse ante su imaginaría galería. Verán culminado el sueño de la gloria construida en burlescas triquiñuelas y artimañas. En la escuela de los mencionados Ordine y Zhuang Zi serán comprendidos en su delirio por transmitir con sus regates y virguerías la idea de que en las artes y el deporte, así como en la vida, todo se entiende y se disfruta cuando aceptamos la utilidad de lo inútil.

 
 

Juan Pablo Pablo.