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UN SEÑOR QUE LEÍA ORTEGA Y GASSET

 

UN SEÑOR QUE LEÍA A ORTEGA Y GASSET

CUANDO ORTEGA Y GASSET PUBLICÓ LA REBELIÓN DE LAS MASAS EN 1929 TODAVÍA FALTABAN 21 AÑOS PARA QUE MÁS DE CIEN MIL PERSONAS REUNIDAS EN UN ESTADIO DE RÍO DE JANEIRO LLORARAN AL UNÍSONO UNA TARDE DE JULIO, 56 AÑOS PARA QUE UNA FINAL DE LA SUPERCOPA DE EUROPA SE JUGARA PESE A QUE MINUTOS ANTES 39 AFICIONADOS HABÍAN MUERTO DE ASFIXIA TRAS UNA AVALANCHA Y 89 AÑOS PARA QUE EL PLANETA ENTERO ESTUVIERA EN VILO ANTES DEL MUNDIAL DE RUSIA POR SABER CÓMO SE IBAN A COMPORTAR LOS PANDILLEROS Y CRIMINALES LOCALES QUE, PARAPETADOS TRAS UNA CAMISETA, AMENAZABAN CON CONVERTIR EL CAMPEONATO DE FÚTBOL EN UNA SOLA BATALLA CAMPAL.


Lejos de imaginarse el impacto popular de los eventos culturales a lo largo del siglo XX, Ortega predijo al inicio de la centuria un fenómeno de masificación social que hoy resulta innegable. El hombre, protegido por el anonimato que le ofrece la masa cuasihomogénea a la que ha decidido integrarse, carece de espíritu crítico y lo único que hace es seguir indicaciones, copiar modelos (erróneos o no, eso no importa), imitar y, sobre todo, no pensar. Cuando más libre se creía, el ser humano ha decidido ceder su individualidad. Para qué pensar, para qué actuar con criterio. Mejor no sentir la duda en el cuerpo, mejor no pensar que lo que hago puede estar mal, que puedo estar viviendo en la mentira. 

Por qué está mal aplaudir al rival, por qué está mal admirar a los futbolistas del equipo contrario. Peor aún, por qué todo lo que hagan "los míos" está necesariamente bien, aunque sepamos, a todas luces, que no es así. Por qué pretendemos perpetuar una mentira para no quedar mal ante "los nuestros". Por qué nos tenemos que dividir entre "ellos" y "nosotros". 

Si son mejores, lo son y punto. Y no por eso, por su estadio bonito, por sus jugadores, por su hinchada, por su historia, por sus títulos, tiene que haber odio y, mucho menos, violencia. Dónde quedó el origen ocioso del fútbol, el placer de disfrutar yendo al estadio con el abuelo, con los amigos. En la mayoría de Europa aún se vive así. Lo preocupante son esos brotes que, como toda noticia, ensombrecen la realidad. Son puntuales, no constituyen la regla; pero no por ello dejan de ser preocupantes. 

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Así como el comercial de Quilmes habla de esos otros tiempos en que se jugaba por el hambre de gloria únicamente, así deberíamos ver fútbol: como un espectáculo de gloria deportiva, ocioso, y entretenido. Cómo no ponerse de pie, por más madridista que sea uno, acomodarse la bufanda con orgullo, y aplaudir a Ronaldinho. Lo raro no es que el señor de bigote se haya parado de su asiento, lo raro es que no lo hayan hecho los demás. Puedo estar seguro que si no ha leído a Ortega y Gasset por lo menos sabe que es un filósofo y no dos. 

 
 

Juan Pablo Pablo.