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El Heredero de Gaudí

EL HEREDERO
DE GAUDÍ

 

Un japonés se enamoró de la Sagrada Familia, se contagió del delirio artístico propio de Gaudí y exigió vivir en la basílica para ponerse a cargo de terminar la centenaria iglesia.


No tendría nada de extraño que Etsuro Sotoo se reuniera en las noches con otro loco —si es que damos por sentado que muy cuerdo no se está cuando el trabajo es lo único que lo motiva en la vida—. Un loco que lleva su “condición mental” como apodo. Un loco que es capaz de pelearse con el encargado del césped, al punto de sopesar la posibilidad de renunciar a su puesto si no se cumplían expresamente sus órdenes. Un loco que lleva el hermetismo laboral a un extremo infranqueable incluso para Snowden y compañía. Un loco para quien pensar más allá de un rectángulo verde y un balón es un desperdicio de tiempo aunque al escucharlo se encuentra uno con un pensador de los que tanta falta le hacen al siglo XXI.

 

Decía que Etsuro Sotoo puede salir de la Sagrada Familia en las noches —cuando descansan las grúas y cesan los flashes de las cámaras fotográficas de quienes viajan para decir que lo hicieron y no para disfrutar— para permitirse la libertad de compartir sus pensamientos monotemáticos con otro fanático igual a él.

 

En un habitáculo austero, franciscano si se quiere, el arquitecto japonés y el entrenador rosarino se entienden y se aprecian aun cuando sus monólogos tratan materias desconocidas para su interlocutor. Uno recuerda la importancia del rectángulo áureo en la naturaleza  y la necesidad de emplearlo como referente en todas las actividades diarias mientras que el otro se sumerge en un sesuda reflexión sobre el orden y los esquemas a través de una numerología propia de los sorteos de lotería: 4-3-3 ó 5-3-2. Sus variantes complican la teoría tal como la serie dificulta ganar el premio gordo a más personas.

 

Ante Juego Dividido

 

Pasan horas —como lo hacen habitualmente en sus trabajos— hablando sin darse cuenta del paso del tiempo. Amanece, se despiden y regresan al mundo que no les comprende pero les admira. Su obra va más allá del entendimiento propio del común de los mortales. ¿Por qué obstinarse en encarnar a un salmón e insistir en actuar a contracorriente? ¿Por qué el Athletic? ¿Por qué el Marsella? ¿Por qué el cómo y no el qué?

 

Porque tanto él, Marcelo Bielsa, como Etsuro Sotoo entienden que la forma puede ser el fondo. Porque son herederos del espíritu de Gaudí. Porque Bielsa hubiese podido construir una fachada de la Sagrada Familia sin que nadie entendiera por qué.

 

Juan Pablo Pablo.