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Uno Para Todos

TODOS PARA UNO
Y UNO PARA TODOS

 

Para un público sediento de polémicas, riñas e inconsciencia viven Cristiano Ronaldo y Lionel Messi.
Su presencia dentro y (cada vez más) fuera del campo es relevante para que las ventas— lo único que verdaderamente importa en el fútbol— suban y suban sin temor a la persecución por usura, para que las personas se agolpen en los bares, discutan sin argumentos y se liberen de las presiones del hogar y el trabajo.


Aunque suene increíble, y muchos de los seguidores de los dominadores recientes del Balón de Oro no terminen por entenderlo, Cristiano y Messi también viven, deportivamente, para sus compañeros de equipo y gracias a ellos. «Un pour tous, tous pour un», como escribió Alejandro Dumas antes de poner las piernas sobre la mesa, recostado en un confortable sillón de cuero y con un tabaco en la boca, e imaginar a los soldados franceses a las órdenes de Luis Felipe I proclamar al unísono su célebre frase. 

 

La arenga que luego tomarían dos instituciones tan dispares como el estado suizo y el equipo japonés de rugby se ha usado desde el siglo XIX como una defensa férrea de la importancia de los talentos individuales para el trabajo en grupo y de la necesidad de tener un buen equipo para potencializar las habilidades personales. Mejor dicho, el leitmotiv de todo motivador de pueblo, conferencista barato o manual estándar de comunicación interna.

 

La ausencia de Messi, y las incontables lesiones del Barcelona, han obligado al equipo de Luis Enrique a reinventarse a partir de su fama y la calidad restante. Pese a contar con jugadores de innegable talento, estos últimos partidos han demostrado la dependencia que ha desarrollado el onceno catalán hacia la capacidad resolutiva del futbolista rosarino. Los juegos desde la lesión del argentino han sido un solo sufrimiento: 2-1 contra las Palmas, colista de la Liga; 2-1 contra el Leverkusen, a través de una sufrida remontada; derrota con el Sevilla; y, de nuevo, partido aciago por Champions contra BATE Borisov de Bielorrusia. 

 

La pieza que falta y la única ficha.

 

En la otra orilla, Cristiano vive relegado a la estepa desértica de la zona ofensiva madridista. Con las lesiones de Bale, Benzema y James, al portugués no le queda más remedio que contentarse con sus cabalgatas solitarias, bicicletas superfluas y compañeros que no le dan la talla. Su descontento, evidente a cada jugada, es más diciente si se ve la cantidad de goles anotados por el Real Madrid en los últimos partidos frente a rivales que, salvo el Atlético de Madrid y el PSG, no son propiamente de la élite europea: desde mediados de septiembre han jugado siete juegos en los que solamente en un par pudieron anotar más de dos goles.  

 

Desde el jardín y el kínder nos enseñan a compartir, a trabajar en grupo, a emplearnos para el todo. Más adelante, cuando entendemos el carácter social del hombre nos explican la imposibilidad de vivir absolutamente aislados. Y, ahora más que nunca, cuando ya no importa cuántos años se tenga, las redes sociales nos recuerdan que no somos nadie si no estamos rodeados, si no vivimos para los demás.

 

Messi y Cristiano, el Barcelona y el Real Madrid, cada a uno a su manera, son víctimas de su propio invento: están muertos en vida si no recomponen la figura eterna que reside en Los Tres Mosqueteros: «Un pour tous, tous pour un».

 

Juan Pablo Pablo.