Sorpasso-03.jpg

Sorpasso

SORPASSO

 

Nadie duda de la evidencia; los hechos son incontrovertibles, y solo los necios, los tontos, y los que no quieren ver se niegan a aceptar la realidad.


Las encuestas son la voz del pueblo, el clamor popular y, juicios de valor a parte, la opinión establecida de la sociedad. Ese pulso callejero refleja lo que piensa y siente la gente más allá de lo que quieran o puedan transmitir los analistas de traje y corbata. Ocurre, pues, que ante los números no queda más que rendirse, sacar conclusiones y analizar, aún cuando haya que tomar los datos con pinzas por el temor a equivocarse.

 

Hace 48 horas nadie dudaba de la remontada de Unidos Podemos, de cara a las elecciones generales en España, así como no había quien pusiera en tela de juicio la sensación general de un triunfo del equipo dirigido por Vicente Del Bosque sobre la Italia del expresivo y vigoroso Conte, en octavos de final de la Eurocopa.

 

Y, sin embargo, si los números de las encuestas y la noción popular reflejan el sentir común, el verdadero "sorpasso", del que tanto se hablaba en la previa de la contienda electoral, se dio en el estadio de la capital francesa. Dos sorpresas: una política y una deportiva. Dos tragos amargos para quienes se fiaban del antes de las certezas que, ya se habrán dado cuenta, creen brindar las especulaciones.

 

Pifia de España y de La Roja

 

Así, en política nada de cambio y continuidad en el Gobierno. Y en fútbol, en la verdadera preocupación de los españoles, la sorpresa, el desconcierto y lo inesperado: el dominio, el control y la superioridad irrefutable de una Italia que salió a jugar con hambre, deseo, calidad y un orden propios de soldados romanos conscientes de dejarse la vida en cada movimiento. 

 

De catenaccio, el pasado; de cerrojo y 17 jugadores defendiendo, la anécdota; de "patabrava", el mito. Nada de eso. Lo único que se vio en París fue una selección convencida de lo que hacía y con la intención de dejarse cada gota de sudor en la cancha. Pasaron como Islandia, poniendo los puntos sobre las íes, esas íes con las que empieza el nombre de su sueño.

 

Juan Pablo Pablo.